Ana Pío nació en Murcia en 1975, y desde muy temprana edad sintió una profunda conexión con la naturaleza. Su entorno rural fue el escenario de sus primeras aventuras, donde pasaba horas explorando huertos, trepando árboles y perdiéndose en los paisajes naturales que la rodeaban. Estas experiencias le permitieron desarrollar un vínculo innato con la tierra y el entorno que más adelante guiaría muchas de sus decisiones vitales.
La infancia de Ana no solo se limitó a la exploración de la naturaleza; también fue una etapa donde comenzó a despertar su curiosidad por las diferentes formas de vida y filosofías. Esto la llevó, a sus 18 años, a descubrir el karate sintoísta Goyu Ryu, una práctica que no solo le ofreció una disciplina física, sino que también la introdujo al poder del silencio y la energía que fluye a través de todas las cosas. El karate se convirtió en su primera puerta hacia la exploración de su mundo interior y el equilibrio espiritual.
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El verdadero despertar del espíritu nómada de Ana ocurrió en 2003, cuando emprendió su primer viaje a la India, mochila al hombro y sin un itinerario fijo. Fue en este viaje que su vida dio un giro significativo, llevándola a sumergirse profundamente en la cultura india, en su gente y en sus enseñanzas. Realizó un total de cuatro viajes a la India, durante los cuales acumuló experiencias que enriquecieron su comprensión del Ser y la vida misma.
Uno de los momentos clave de estos viajes ocurrió en 2007, en las montañas del norte de la India, donde conoció a Sajee, un maestro de Hatha Yoga Sivananda. Con él, Ana profundizó en la filosofía védica, una enseñanza que no solo la ayudó a evolucionar como persona, sino que también forjó una conexión trascendental con su maestro. Este periodo no solo la llevó a desarrollar su práctica de yoga, sino que también cimentó la base de su vida como exploradora y guía en el camino del bienestar espiritual.
El amor de Ana por la naturaleza no se limitó a sus prácticas espirituales. Al regresar de la India, comenzó a involucrarse activamente en proyectos de voluntariado en entornos rurales, donde descubrió la permacultura. Esta práctica, que integra la sostenibilidad en la vida diaria, fue una extensión natural de su filosofía de vida. Para Ana, la permacultura es mucho más que una técnica agrícola; es una forma de conectar el bienestar personal con el del planeta, en perfecta armonía.
Durante esta etapa, también comenzó a compartir sus conocimientos de yoga con las comunidades rurales con las que trabajaba. Su capacidad para fusionar el yoga con el ambiente natural y sostenible le permitió ofrecer una enseñanza única, en la que cada postura y respiración se convertía en una forma de conectarse tanto con el cuerpo como con la naturaleza circundante.
En 2015, después de años de viaje y autodescubrimiento, Ana regresó a Murcia, donde se unió a la familia del Kriya Yoga bajo la guía de Kai (David Giri). Kai no solo se convirtió en su maestro de yoga, sino también en su compañero en numerosas aventuras, que incluyeron el trekking y la escalada. Este periodo fue crucial para consolidar su camino en el yoga, una práctica que ya llevaba años perfeccionando y que ahora le brindaba una nueva dimensión espiritual.
Además, durante este tiempo, Ana se integró en la red de permacultura de la región, donde compartió y continuó aprendiendo sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza. El Kriya Yoga, sumado a su amor por la permacultura, le permitió seguir creciendo como guía en el bienestar integral.
En su continuo viaje de autodescubrimiento, Ana también se adentró en el mundo del masaje terapéutico. Se formó en distintas técnicas, destacando su especialización en el masaje tailandés. Bajo la tutela de la maestra Chonzom Emchi en la International Sunshine Network, Ana aprendió a aplicar el masaje Thai, una técnica milenaria que trabaja los canales de energía del cuerpo para liberar tensiones y desbloquear la energía vital.
Para Ana, el masaje es una extensión natural de su práctica de yoga, ya que ambas disciplinas buscan equilibrar cuerpo, mente y espíritu. Su formación en masaje tailandés le permitió ofrecer una forma de sanación holística, que no solo se enfoca en el bienestar físico, sino también en el emocional y espiritual.
Paralelamente a su trabajo en yoga y masaje, Ana ha continuado su pasión por los viajes. Uno de sus medios favoritos de exploración es la bicicleta, que le permite conectar aún más con la naturaleza y descubrir paisajes de una manera única y cercana. A menudo, combina estos viajes con la práctica del yoga y el camping, acampando bajo las estrellas y sintonizándose con los ritmos de la tierra.
Este enfoque de vida nómada y aventurera le ha permitido a Ana integrar todas sus pasiones: la naturaleza, el bienestar y el autodescubrimiento. Ya sea viajando en bicicleta, caminando por las montañas o navegando por ríos, siempre encuentra la manera de reconectar con su esencia más profunda.
Hoy, Ana Pío sigue viviendo en un flujo constante de creatividad y crecimiento. Comprometida con su misión de cocrear una vida en armonía con la naturaleza y el bienestar, su trabajo sigue inspirando a quienes buscan un equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. A través de sus enseñanzas de yoga, sus terapias de masaje y su implicación en la permacultura, Ana sigue guiando a otros en su propio viaje hacia la paz interior y la conexión con el universo.